domingo, 21 de septiembre de 2014

21 de Septiembre: Feliz Primavera!!!


"La Primavera" de Sandro Botticelli




También llamada La alegoría de la primavera, es una pintura de temple de huevo sobre tabla (203 x 314), realizada por Sandro Botticelli hacia 1478 o 1480-1481. Perteneció a la colección de la familia Médicis y se muestra en el Museo de los Uffizi de Florencia desde 1815.
Tiene un tono de narración situada fuera del tiempo real, presentándose en una atmófera mitológica. El tamaño monumental de la pintura La primavera, propio en aquella época de un fresco o de un tapiz de gran formato, permite diseñar unos personajes de tamaño natural y poderoso efecto teatral, de modo que el espectador se siente inmerso en una escena próxima.

El fondo (manteniendo una lectura de izquierda a derecha) presenta un paisaje boscoso de naranjos, árbol asociado en el Renacimiento a los dioses y al Juicio de Paris, un mirto en el centro (exaltando a Venus), y laureles como referencia a las ninfas de los bosques y fuentes, así como también al escudo heráldico de Lorenzo de Pierfrancesco de Medici (primer propietario de la pintura).

El suelo parece un típico prado florido florentino, con una hierba muy oscura poblada de un auténtico catálogo botánico de flores toscanas. Varias de dichas especies porta Flora en la cabeza: violetas, aciano y  fresas silvestres; en el cuello una corona de mirto (lo que la asocia con Venus); en el manto unas rosas; y esparce una lluvia de nomeolvides, jacintos, iris, siemprevivas, clavelinas y anémonas hacia la tierra.
Según la interpretación mitológica los personajes se encuentran en un alegórico Jardín de las Hespérides: el primero a la derecha es Céfiro, viento de primavera que rapta por amor a la ninfa Cloris (para los griegos una ninfa de la tierra y los bosques, convertida por el latino Ovidio en la diosa de la brisa, de cuyos labios surgen flores como símbolo de que pide ayuda a Venus) , embarazándola; hacia el reposo que preside la transformación de Cloris en la triunfante Flora (diosa de la vegetación). Los tres cuerpos se unen gracias a los brazos extendidos, el juego de luz que vemos en la transición de la relativa oscuridad de Céfiro hacia la luz blanquecina de Cloris y el rico colorido de Flora, vestida con ropas floreadas.







La escena central representa la quietud serena de la diosa Venus (la Afrodita griega), situada en un plano ligeramente más elevado y alejado, enmarcada por un claro del bosque a guisa de halo celestial y vestida al modo de las vírgenes antiguas y cristianas; su postura de contraposto y el brazo levantando así como, sobre todo, la presencia encima de su hijo Cupido (el Eros griego), que con los ojos vendados, lanza sus flechas amorosas (se intuye que antes lo ha hecho a Céfiro, iniciando la secuencia, pero ahora apunta a una de las Gracias, Castitas), introducen una nota de transición de nuestra vista hacia la parte izquierda.



En este sector entonces,  hay dos escenas, con otros cuatro personajes en el plano terrenal. En la primera las Tres Gracias bailan sobre un centro formado por sus brazos extendidos, y sus vestiduras, vaporosas clámides de delicadas veladuras, están entre las mejores transparencias renacentistas antes de Leonardo, que no en balde aprendió la técnica al lado de Botticelli en el taller del gran Verrocchio.
El detalle de las Tres Gracias enlaza con un concepto metafísico de la belleza, como se reconocía ya en tiempos antiguos, cuando Crisipo las consideraba una expresión de la generosidad, y Séneca, en De Beneficiis, las consideraba el resultado de las tres acciones de la generosidad (dar, recibir y devolver), ideas que recupera el Renacimiento, cuando los neoplatónicos de Florencia consideran a las Tres Gracias una expresión hermético-mágica del número 3 realzada por la danza cortesana (de tradición órfica) que seduce; del principio religioso trinitario de las tres naturalezas de lo divino; del círculo espiritual del Universo como símbolo de la totalidad; y de los placeres intelectuales ligados a las Musas del Olimpo.Aún más  a la izquierda se nota Mercurio (Hermes), el mensajero de los dioses, representado con las alas en los pies.






Los nueve personajes están trabajados con un naturalismo idealizado de canon alargado (un antecedente de la estilización de las figuras al gusto manierista), una actitud ensimismada y serena, con unos cuerpos vestidos con túnicas mecidas por el viento que insinúan las formas corporales y otros cuerpos desnudos o apenas cubiertos con sedas transparentes, características todas ellas que acentúan a la vez su sensualidad y espiritualidad.